miércoles, 25 de enero de 2017

Matusita: una leyenda que llegó a su fin



El solo mencionar su nombre generaba en la población limeña escalofríos en todo el cuerpo.  Fantasmas en las ventanas, gritos terroríficos; todo esto engloba a la leyenda de la ya olvidada “Casa Matusita”.

Si bien hoy en día ya casi nadie se acuerda de la casa o de sus leyendas, qué es lo que convirtió a esta casa, ubicada en el cruce de las avenidas España y Garcilaso de la Vega, en la más temida de todo Lima.
Existen dos historias que explican los orígenes “paranormales” de la casa. Ambos se tratan de asesinatos macabros, uno relacionado a la pasión y el otro a la venganza. No se sabe exactamente en qué tiempo ocurrieron los hechos, pero se presume que hayan ocurrido a inicios del siglo XX.

La primera cuenta la historia de un hombre japonés que habría encontrado a su mujer encamada con otro sujeto. Al ver esta escena, el esposo tomó un cuchillo y acabó de una manera rápida y violenta con la pareja. Pero ahí no culminan los asesinatos, el japonés desesperado por no saber qué hacer con los cuerpos esperó a sus hijos que llegaran del colegio y acabó con ellos. Preso de desesperación o la locura se practicó el Sepuko (suicidio japonés).

Existen otras historias que cuentan acerca de personajes que han ingresado a la casa para experimentar por cuenta propia los extraños fenómenos que en ella ocurren.

Siendo uno de los primeros un párroco, que solo le bastó poner medio pie en la casa para que el pánico se apodere de él y lo mande al descanso eterno. Se dice que escuchó gritos y reclamos de los espíritus que allí se encontraban, algunos dicen incluso que el párroco recibió escupitajos de estos supuestos seres sobrenaturales. No obstante, y como ocurre en el caso de todas las leyendas, no existen registros fidedignos que respalden dicha historia.

Otro de los casos más conocidos, es el de Humberto Vílchez Vera, un conductor de televisión que a finales de la década de los sesentas apostó en señal abierta, que sería capaz de pasar siete noches al interior de la vivienda. La historia narrada por muchos limeños recuerda que el animador efectivamente logró ingresar a la casa llevando consigo sólo con una cámara de vídeo en la mano, sin embargo, tal como ocurrió con el párroco, ni bien ingresó (algunos hablan de dos horas y otros al cuarto día) el hombre de televisión salió de la casa profiriendo insultos y gritos y botando, incluso, espuma por la boca. Al final de cuentas el animador obtuvo serias complicaciones psicológicas por lo que fue recluido en un manicomio durante un período de trece meses tiempo del cual nunca más se supo de él.

En este caso, a diferencia de la historia del fraile, sí cuenta con registros históricos. Sin embargo, hay que aclarar algunas cosas: Primero, que sí existió un tal Vílchez Vera, así como es cierto que realizó la citada apuesta pública, sin embargo (y esto es la intención aclaratoria) es falso que este conductor haya ingresado si quiera por algunos minutos a la citada casa, tal y como él mismo lo confesara tiempo después en su libro “El cazador de fantasmas”: “La palabra de un ídolo de la televisión es una palabra fundamental y yo había anunciado que entraría la casa embrujada. Nunca entré, pero todos me vieron entrar. Nunca hablé con un fantasma, pero ellos me miran como si me hubiera convertido en un ciudadano del más allá”.

El fin de la leyenda. El dueño de la terrorífica casa, don Ladislao Thierry Tiry, afirmó que nunca hubo nada “sobrenatural” en la casa y que si se quedó abandonada fue porque les traía muchos recuerdos del abuelo fallecido en 1947.

Suicidio japonés, párrocos traumados, brujas y demás historias fueron relacionadas a esta polémica casa que a pesar de que su “leyenda” ya fue desmentida nunca dejará de ser la más terrorífica de Lima. 

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